Anécdotas de un publicista : La calidad no importa, Renault 1988.

Para centrar este relato, debemos entrar en el año 1988, un antiguo fotógrafo encargado de hacer las fotos de prensa para Renault fue fichado por la marca para que se encargase del archivo fotográfico de la marca en España y de la gestión de las fotos para prensa.La calidad no importa, Renault  12_small12_small

De modesto autónomo de la fotografía, después de haber pasado por la BBC (Bodas, Banquetes y Comuniones), acepta el suculento cargo con una única y cerrada condición: su hasta el momento, ayudante, se quedará con el estudio fotográfico y la marca “deberá” tenerle en cuenta otorgándole el suficiente trabajo como para mantener un ritmo de vida digno, que en aquellos años se cifraba en varios cientos de miles de pesetas.

La excusa fue que ese ayudante sin su jefe y sin ese apoyo que exigía, moriría de hambre en pocas semanas.

Así las cosas, después de una horrible discusión con Pedro Peinado de Renault, no quedó más remedio que otorgarle las fotos de uno de los catálogos de ese año al amigo Jesús, el ayudante ahora todo un fotógrafo de primera línea.

Elegimos el 21 Nevada, el slogan del 21 era “Cazadores de Libertad”, la gama de berlinas se hizo junto a faros de costa en las rías baixas gallegas y el Nevada en el “interior” procurando localizaciones sencillas para que Jesús no tuviese que recurrir a milagros que para él serían imposibles.

Nueve millones de pesetas del 88 “sólo en fotos”, los bosques de La Granja de San Ildefonso en Segovia fue el escenario elegido.20_small

Al tercer día de trabajo veo que Jesús estaba midiendo la luz con una cámara réflex de 35mm mientras tomaba las fotos en placas de 20×25.

Del trípode de cámara hasta el coche a fotografiar habrían unos 12 metros, en aquellos atardeceres donde el tiempo de luz óptimo no dura más de un minuto.

Jesús corría para arriba y para abajo con su cámara de 35 hasta que me di cuenta que estaba midiendo la luz desde el visor con el fotómetro direccional de la Nikon F3.

Me senté junto a él en uno de los baúles de aluminio típicos de material de fotógrafos y le susurré al oído mientras unas tres docenas de personas nos rodeaban: “la próxima vez que te olvides el fotómetro, me chivo a tu antiguo jefe”.

Con la mayor naturalidad y sin quitar la mirada de lo que estaba haciendo dijo: “Lo traje, estás sentado encima de su baúl, pero aún no lo sé usar muy bien y prefiero este sistema” (el de la cámara de 35mm).

Dos días más tarde suena mi teléfono en Publinsa, era Pedro Peinado: “Guille, vente echando leches a Renault”.

En su despacho había un remolque de diapositivas de 20×25, una pasta en material que sólo serviría para tirar a la basura.

Las que no estaban muy oscuras, estaban quemadas por demasiada luz.26_small

Argumenté que yo era Director de Arte con atribuciones de Director Creativo de la  cuenta, que sabía muchísimo de fotografía, que no podía (por ética) decirle al fotógrafo qué sensibilidad usar ni qué diafragmas, velocidades ni luces de apoyo, mi trabajo terminaba aprobando la toma y la parte técnica corría a cuenta del fotógrafo que para eso se le pagaba.

“Bueno Guillermo (ya no era Guille), sabes que a Jesús hay que ayudarlo un poco y tú sabes de sobra cómo hacerlo.

Sí, muy bonito, pero yo no quería cargar con la responsabilidad de algo que no era mi tema ni me pagaban para ello.

La solución de cambiar de fotógrafo no se me permitió, el sueldo tampoco me permitía una renuncia por orgullo ni por un fotógrafo de los muy mediocres, así es que, repetimos.

Pude cambiar el escenario, un poco más abierto de luz, donde no fuese tan crítico el uso del fotómetro, entonces, salieron todas las fotos movidas o desenfocadas, clara prueba de la mala utilización del tiempo de exposición, la profundidad de campo y todas esas cosas que tanto tienen que ver con la fotografía.

Pedí entonces que cambiásemos de fotógrafo, la respuesta fue que “no había tiempo y era preferible salir mal, pero salir”.

Exactamente todo lo contrario de aquello que he defendido durante toda mi carrera, con mis alumnos y mis clientes: “las cosas hay que hacerlas bien, o no hacerlas”.

Se hicieron los catálogos con esas fotos, se le pagó a Jesús por las dos tandas, estamos hablando de nueve millones de pesetas por dos veces, y todos felices, menos yo, que aún conservo uno de esos catálogos como ejemplo de lo que no se debe hacer.

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Por Guillermo Ares

 

 

 

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